martes, 13 de enero de 2009

Guantánamo y otras herencias

El columnista del The Washington Post, Eugene H. Robinson, lo deja bien claro en el titular de su artículo: «Cuando Bush es historia». En éste, Robinson muestra la poca misericordia que el mundo periodístico quiere conceder al pronto ex presidente de EE UU, tras su última conferencia de prensa en la Casa Blanca. No le invade la nostalgia transmitida por Bush a los periodistas y sentencia: «George W. Bush abandonará el Despacho Oval la próxima semana como un presidente cuyos últimos ocho años en el poder son ampliamente vistos como un fracaso que tardará años en resolverse». En su última intervención, Bush reconoció estar orgulloso del trabajo realizado durante sus ocho años de mandato, aunque reconoció algunos errores y decepciones. Entre ellos, «el principal fue el de declarar precipitadamente "misión cumplida" en Irak. La mayor decepción fue la de no haber encontrado armas de destrucción masiva en aquel país», informaba El País en su edición impresa. También tuvo buenos deseos, tanto a los periodistas —fieles contrincantes frente a la opinión pública—, como a Obama, su predecesor, a quien dedicó elogios: «opinó que el nuevo presidente es una persona "inteligente y comprometida" que sabrá hacer frente a los desafíos».

Parece que el nuevo inquilino de la Casa Blanca no quiere desbaratar las palabras de su antecesor en el cargo, y ya ha comenzado a anunciar medidas importantes. Entre ellas la de establecer una nueva página en la relación de EE UU con América Latina —sobre todo con México, cuyos principales problemas (desempleo y narcotráfico) podrían cruzar la frontera y afectar negativamente a EE UU—, y la del cierre inmediato de la prisión de la base naval de Guantánamo. Barack Obama prevé emitir una orden ejecutiva en la primera semana de mandato para cerrar la prisión. Pese a la orden, tal y como informaba El Mundo, «es poco posible que la prisión sea cerrada de inmediato hasta que se halle una solución sobre el destino de las personas que están recluidas en ella». Según señala The New York Times, el cierre de Guantánamo podría retrasarse hasta un año, ya que se necesitarían varios meses para trasladar a los presos a otros países y para resolver las cuestiones legales que implica el cierre de la cárcel.
El propio Obama reconoció que el desmantelamiento total de la prisión es más difícil de lo que se cree: «Hay muchas personas detenidas, algunas de ellas que pueden ser muy peligrosas y que no han sido procesadas (...) y parte de las evidencias en su contra pueden estar contaminadas, pese a ser ciertas», señalaba el presidente electo en una entrevista para la cadena norteamericana ABC, transcrita por El Mundo.
Como señala El País, la iniciativa, pese a la dificultad que conlleva tanto en el terrero político y judicial, como en el de los derechos humanos, ya ha recibido el respaldo de colectivos internacionales como la Unión Europea. «Estamos dispuestos a trabajar con Estados Unidos abordar los problemas prácticos que surgirán con el cierre de Guantánamo», subrayaba la comisaría europea Benita Ferrero-Waldner. La apuesta de Obama es fuerte, propia de un presidente que quiere impulsar un cambio real, que supere al verbal. Pero deberá actuar con precisión, utilizando una experiencia que pese a no existir podría ser innata, para «reemplazar la cárcel y revisar las prácticas de detención e interrogación, manteniendo las promesas sobre políticas más humanitarias», detallaba El Mundo.

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