miércoles, 21 de enero de 2009

Gurús enamorados

La marea de optimismo y euforia vivida ayer quedaba instalada en forma de aura en los kioskos españoles. Los analistas de los principales diarios ofrecían la visión unánime de que Obama ya ha cambiado un poco el mundo con su llegada a la Casa Blanca: ahora toca arreglar los destrozos.
La ilusión patriótica de los norteamericanos durante el día de ayer, volcados con su nuevo presidente, contagió a los gurús de la prensa. «Sólo EE UU ha conseguido regalarnos con un relevo presidencial que es un prodigio en muchos conceptos: en su fase de elecciones primarias, por el catálogo de modos y formas de elección democrática que ofrece el mosaico de sus estados, y en su fase final por la marea de pasión política que llega a suscitar en todo el mundo», comentaba Lluís Bassets en su análisis Arcilla en los dedos. Para el periodista de El País, «Obama es un político lleno de de virtudes y cualidades, pero ante todo es arcilla en los dedos de sus conciudadanos e incluso en manos del mundo entero que proyecta sus deseos sobre el prodigio que significa la llegada de un negro por primera vez, al fin, a la Casa Blanca». Sin embargo, el crítico Eric González, aconstumbrado a meter la mano en la basura que escupe la televisión en España, sentía que el discurso de Obama, ante dos millones de personas agolpadas en las inmediaciones del Capitolio y otros cientos enganchados al televisor en sus casas, susurraba esperanza, pero calaba a quien lo escuchaba de miedo al futuro. «Viendo la ceremonia de ayer me pareció -permitan la absoluta subjetividad- que una inmensa sombra flotaba sobre la alegría. Me pareció que la gente quería, queríamos, disfrutar de un momento de esperanza, conscientes de que llegarían cosas terribles. Me pareció que el mismo Obama, con sus invocaciones a Lincoln, compartía la sensación del instante brillante y efímero».
Moisés Naím se introdujo en la masa de eufóricos espectadores y vio las lágrimas de emoción inundar el espacio de las calles de Washington. Quizá aquellos que lloraban también estaban observando hablar a un presidente pragmático que antes fue el candidato de la ilusión. Pero matiza: «muchos de los que hoy lo aplauden pronto se sentirán desilusionados por lo lento del progreso o por algunas de sus decisiones. De que esto va a pasar no hay dudas. Pero no será grave. Barack Obama gozará de una luna de miel con su electorado más larga de la que usualmente le ha tocado a otros presidentes».
El contagio de la alegría vivida en Washington pilló desprevenido al mismísimo Carlos Mendo, firme ex militante de las filas de McCain, que quedó prendado por la poesía del primer discurso de Obama como presidente. «Lo más llamativo, aparte de su impecable oratoria, su apelación al mantenimiento de los ideales fundacionales. El mantenimiento de la seguridad no justifica el abandono de nuestros ideales. ¿En quién estaría pensando?».
Finalmente, no podía faltar la opinión de un obamista convencido. Mário Soares, ex presidente y ex primer ministro de Portugal, destacó la humanidad del nuevo presidente ante cualquiera de sus muchas cualidades. «Es evidente que nadie espera que Barack Obama pueda hacer milagros. Debe hacer gala de paciencia y de prudencia a la hora de adoptar las medidas que vaya a considerar prioritarias. Es una jerarquía difícil de establecer, que no deja de angustiar sin duda a Obama y a su equipo [...] En la política no existen los milagros. Lo que sí existen son las convicciones y los valores. Y estos, espero, serán respetados. Tengo una inmensa confianza en las cualidades humanas de Obama».
Ahora. Obama comienza un periodo de 100 días que servirá de presentación real de sus intenciones. Puede que finalizada esa etapa varios de los que hoy han reconocido sentirse afectados por la nube de ensueño norteamericana estén preparando nuevos discursos más pesimistas.

No hay comentarios: