
El amanecer en Washington, visto desde las imágenes de los telediarios en España, era muy parecido al amanecer que nos encontramos al salir del aula que la Universidad de Murcia nos cedió para contemplar el triunfo de Obama. La oscuridad de la despedida de la noche tenía luz y euforia: el espíritu de Barack nos había calado.
Más de 2 millones de personas se apelotonaban en las inmediaciones del Capitolio a la espera de la llegada del nuevo presidente de EE UU, que venía de participar en la misa de despedida de George W. Bush. Los medios de comunicación de todo el mundo, comenzaban a exponer vídeos, imágenes, artículos y declaraciones de lo que significaban los primeros momentos de este día. Tras la jura del cargo del vicepresidente, Joe Biden, y tras un breve interludio orquestal, Barack Obama se convertía en el 44.º presidente de la República democrática de los Estados Unidos de América. «El mundo ha cambiado y debemos cambiar con él», era el mensaje principal de un discurso en el que se refirió a la crisis económica y de prestigio que afecta al país, pero con tintes de esperanza destinado a llenar de ilusión al pueblo de EE UU.
Comenzaba una nueva era, tal y como todos los que no dormimos la noche del 4 de noviembre esperábamos. El sueño de un cambio en el mundo es ahora aquel amanecer que se diluyó con la luz de una realidad que ha comenzado.
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