El fin de año se enturbia en casa de los Obama a través de titulares de cemento. Por un lado, los pronósticos para 2009 sobre la recesión mundial nacida en EE UU evidencian un año de peores cifras económicas. Por otro, la creciente guerra entre Israel y Palestina ocupa las portadas de medios de comunicación de todo el mundo, mientras se diluyen las esperanzas de un futuro acuerdo de paz definitiva.Hoy, El País, en su edición digital, transmitía la estimación de Lawrence Summers, a quien Obama ha designado como director del Consejo Económico Nacional, sobre el panorama económico en 2009: «muchos expertos creen que el índice de desempleo podría llegar al 10% hacia fines del año próximo». Quien fuera ex secretario del Tesoro en la administración Clinton, anunció en un artículo de opinión publicado en The Washington Post que la economía estadounidense «podía estar en 1 billón de dólares por debajo de su capacidad plena, lo cual se traduce en una pérdida de ingreso de más de 12.000 dólares para una familia de cuatro miembros».
Si la economía, convertida en la principal preocupación del presidente electo, puede aguarle la cena de Nochevieja —más aún que una tormenta tropical, como la que sufrió este fin de semana en Hawai—, la explosión de violencia en Oriente Próximo parece que le quitará el sueño en reiteradas ocasiones. Según The Washington Post, la crisis diplomática entre Israel y Palestina «echa por tierra las esperanzas de la futura admisnistración Obama para forjar un acuerdo de paz en Oriente Próximo». La escalada de violencia entre países enemigos tumba las aspiraciones diplomáticas del presidente electo, quien en su visita el pasado julio mostró su compromiso con el conflicto: «si alguien atacara mi casa, donde mis dos hijas duermen por la noche, yo haría todo lo posible por parar esto. Espero que los israelíes hagan lo mismo», transcribía The New York Times. Ahora, la crisis en Oriente Próximo es un desafío en la gestión política en el exterior para el nuevo presidente. Sin embargo, el momento de actuar aún no ha llegado. Según el asesor de Obama, David Axelrod «es la administración Bush, la que tiene que hablar por América ahora; no sería apropiado para mí opinar sobre ese tema», reflejaba The New York Times. Ello justifica la actitud desapercibida de la futura secretaria de Estado, Hillary Clinton, desde su elección; así como la del propio Obama, volcado en la lucha contra el declive económico. A la lluvia de familias y empresas en la ruina se ha unido la tormenta de piedras, misiles, balas y muertos en el Oriente más próximo. Todo se acumula ahora en la mesa del Despacho Oval. 

 Norteamérica toma el timón de un barco sumido en tempestades, «es hora para un nuevo comienzo del liderazgo americano». El presidente electo de EE UU Barack Obama presentó este lunes 1 de diciembre al que será su nuevo equipo de seguridad nacional. Tal como ya hizo la semana anterior, el futuro inquilino de la Casa Blanca hizo gala de los rostros que compartirán con él las responsabilidades del país a través de una rueda de prensa celebrada en Chicago. Una cara conocida en el mundo de la política mundial brillaba con un esplandor esperado, pero, sin duda, inusual. Se trataba de la ex primera dama Hillary Clinton, quien tras caer derrotada en las elecciones primarias del partido demócrata fue posicionándose en las quinielas de futuros cargos gubernamentales que acompañarían al cargo de Presidente, en el caso que lo ocupase su ex rival Obama. Clinton ocupará la secretaría de Estado, uno de los despachos con más influencia y representatividad de las labores de gobierno. Junto a ella, estaban Eric Holder, que será el nuevo fiscal general (ministro de Justicia); James Jones como futuro Consejero de Seguridad Nacional; Janet Napolitano quien ocupará la cartera de Seguridad Interior y Susan Rice, futura embajadora de EE UU en la ONU.